Hace mucho tiempo que no hacía esto. Sentarme solo en un lugar extraño, lleno de desconocidos para perderme en el ruido de sus voces, en el interminable movimiento de los cuerpos que suben, bajan y andan a veces sin sentido.
Observo una escena que siempre me fue ajena. Hombre se acerca a mujer, le sonríe y le pide su teléfono. La mujer se resiste un poco, pero al final accede y dicta los números.
Hace mucho que no escribía con pluma y papel, mi mano siniestra se cansa, adolece por la vida y las experiencias que se han ido acumulando en la piel.
Es más sencillo teclear, llenar el espacio virtual, aunque este realmente no se llene... sólo se modifica, cambia su código y se transforma, pero no se llena.
La hoja si se llena, de errores, de garabatos, de tinta que corre manchando el papel.
Espero, deseando que la espera termine, que se consuma el tiempo que me separa de lo que hice y lo que voy a hacer.
Este es un momento de indefinición, una tregua, un intermedio; tiempo muerto que entierro en el delgado papel.
El lugar se vacía, los minutos se tiñen de nicotina y cafeína. Amarillentos y excitados los sentidos se tornan menos aptos para la espera...
Tengo que partir, la atmósfera se ha tornado hostíl. La mujer que dió el teléfono se olvido de cobrar la cuenta del hombre que se lo pidió.
Las pinches hormonas adolescentes vencieron a la ética profesional y el changarro perdió 150 pesos. Tal vez, cuando la invite a salir pueda cobrárselos al cabrón, que por una infatuación, o por cabrón, se fue sin pagar.
jueves, 29 de noviembre de 2007
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1 comentario:
cosas de la vida hijo...cosas de la vida ... hebert
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